domingo, 19 de julio de 2009

A Jorge


Jorge González Riera murió hoy en La Habana, o mejor dicho, hoy supe de su repentina muerte. Jorge fue mucho más que mi gran amigo, mi querido compañero de labores y sueños… Jorge fue mi hermano por acuerdo mutuo, no por accidente de la naturaleza, ni obligaciones genealógicas, sino porque nos salió del alma adoptarnos mutuamente.

Jorgito fue la persona que determinó lo que soy, sin duda mi mentor, y seguirá siendo el modelo de gente que quiero ser. Junto a mi compadre uruguayo, Benjamín Liberoff, formaron la pareja dispareja decisiva en mi formación como adulto.

De muchas formas, Jorgito llevaba las mejores características de mi Papá, sobre todo esa facilidad innata de hacer amigos y amigas. No he conocido a una persona, en ningún continente, que haya conocido por más de cinco minutos a Jorge y no jure que es “su amigo”.

Aprendí con él a ser irreverente y comprometido, tierno y gruñón, desordenado y organizado, recatado y bebedor. Sobre todo aprendí a elevar la amistad a un nivel de principios y querer a mis amistades por encima de todas las cosas.

Al día de hoy, sin verlo en persona hace como 10 años, repito sus refranes, narro sus historias y reacciono a situaciones como él hacía y me enseñó.

No conozco actor ni declamador que narre mejor una historia que como lo hacía Jorgito, paradigma de un cuentero, fino imitador de voces y ademanes en cualquier idioma y cultura.

Por casi 10 años compartimos prácticamente la misma olla y dormimos en múltiples pisos de aeropuertos europeos, árabes y africanos. Luego, mantuvimos una conversación epistolar ininterrumpida por los últimos 20 años.

Su humildad martiana era auténtica, sin dobleces ni posturas. Fue un gran diplomático de la Revolución Cubana, a todos los niveles, honrando siempre la advertencia del Apóstol: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.

Y bueno, se apasionó con Puerto Rico, con nuestra historia, costumbres, cultura, con nuestra causa irredenta y se hizo boricua.

Hace poco menos de una década se nos cumplió un sueño mutuo y visitó Puerto Rico y, por supuesto, se quedó en casa donde nos amanecimos casi una semana hablando, comparando notas, cocinando, recordando eventos y anécdotas y sobre todo matándonos de la risa con ocurrencias y comentarios que solo quien conoció a Jorge sabe lo divertido que podía ser una velada con ese loco bajito.

Y la puertorriqueñidad creció en Jorge. Hace solo unos meses le compartí unos vídeos de Pedro Pietri,el poeta de la diáspora niuyorkina y se emocionó. Me confesó que lo conmovió el Puerto Rican Obituary, porque él fue un chamaquito latino criado en la Florida en los años 50 y sabía bien de lo que hablaba el ponceño de Harlem.

Como le gustó tanto, le envié otro poema de la diáspora boricua que comienza así:
“Yo no nací en Puerto Rico,
Puerto Rico nació en mí”.

¡Y fue una auténtica epifanía! Me escribió lagrimiando (de eso estoy seguro) y me dijo que esa estrofa resumía lo que sentía por nuestro país, ¡Puerto Rico había nacido en él!; ¡era otro boricua de una diáspora distinta y singular!

Hace poco menos de un año me escribió que se proponía organizar el evento cumbre de su vida: dedicar el Festival de Cubadisco a Puerto Rico.

Vi cómo fue creciendo y complicándose el invento y leí cada crónica sobre la magnífica jornada de solidaridad cultural que se desarrolló hace apenas unos días en La Habana.

Entonces llamó Daisy para decirme que dice Alida que Jorgito murió… así, como una jodida centella, se murió mi hermano del alma y de repente quedé con tantas deudas con él, con tanto correo por cruzarnos, y la visita a Cuba que ya no será igual.

Lloré un rato, un buen rato… luego me eché su foto en el bolsillo y nos fuimos juntos a marchar por el pueblo que tanto quiso.

Manolo Coss
5 de junio de 2009

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